17/2/16

Padrenuestro...

PADRENUESTRO…


Hace ya bastantes años que vivo retirado del mundanal ruido, en silencio y en paz, en compañía de lo cercano, la familia, los amigos; en la intrahistoria. Pero desde un tiempo acá no dejan de aparecer, cada vez con más frecuencia y virulencia, noticias alarmantes, sucesos claramente planificados con el objetivo de embarrar la casa común y emponzoñar la convivencia que nos hemos construido con mucho esfuerzo las dos o tres últimas generaciones de españoles. Esto es lo que me ha llevado a tomar la pluma y escribir este artículo, pues por mucho que uno ame el silencio y la tranquilidad, hay momentos en que es necesario dejar a un lado la prudencia no vaya a ser que perdamos la dignidad. Desde aquí invito a otros a que se pronuncien de la manera que sepan hacerlo y donde y cuando convenga. Tenemos que hacerlo una vez más por el bien común, por nuestros hijos y nuestros nietos.  
La gota que ha rebosado el vaso para mi personal indignación ha sido el espectáculo perpetrado en el ayuntamiento de Barcelona en el que se ha hecho burla y escarnio de un símbolo sagrado y fundamental para todo cristiano —no sólo los católicos, como aparece en todas las noticias—. Se ha ofendido así a cerca de dos mil millones de seres humanos para los que el “Padrenuestro” es, como el "Bismillah" para los musulmanes o el  “Gayatri” para los hindúes, un eje de su vida.
El cristianismo es una cultura, una religión y una forma de vida. Como cultura la abrazo con plena consciencia. Sé que hay otras tan respetables y que yo respeto porque entre otras cosas he hecho el esfuerzo de conocerlas y aprender de ellas; pero yo he nacido y me he criado en la cultura cristiana; es mi madre y madre no hay más que una. 
Como religión me suscita todo un cúmulo de dudas, pues no he recibido la gracia de la fe, lo que no me impide reconocer con respeto sagrado la fe y las creencias de la gente que profesan esta o cualquier otra religión. 
Aspiro a vivir como cristiano. Me parece la forma de vida más noble y sublime que se le ofrece a los hombres y las mujeres en este mundo; pero quizá por eso mismo, la más difícil. Por eso sólo puedo decir que soy un aspirante, un aprendiz, un catecúmeno.
“Je suis chrétien": lo digo así para dejar constancia, no sólo de mi solidaridad, sino de mi herida, ante ese laicismo fundamentalista  para el cual todo aquel que no piense como ellos debe ser ahorcado, guillotinado o quemado, como hicieron en los años treinta del siglo pasado. Pero los cristianos heridos no vendrán a ahorcarlos, ni guillotinarlos, ni prenderán fuego al ayuntamiento que rige Ada Colau; rezarán, sencillamente, un Padrenuestro. 
No es libertad de expresión lo que ha ocurrido en el ayuntamiento de Barcelona y lo que viene ocurriendo en otros ayuntamientos e instituciones ahora en manos de los okupas, que se dedican, como es su costumbre, a parasitarlas, ensuciarlas y arruinarlas. Esto que está ocurriendo sólo lo pueden hacer gente abyecta, que tienen la cabeza vacía y el corazón lleno de odio, que quieren desparramar ahora desde su poder recién adquirido sobre todos nosotros. 
Como ha escrito el filósofo Habermas, a nuestras sociedades actuales —que Habermas define como postseculares— y la política que les sirve de base —el Estado democrático de derecho— no les basta con un laicismo tolerante con la religión, mucho menos beligerante contra ella como lo fue en el siglo XIX, sino que debe abrirse, en su mismo desarrollo secular y político, a un diálogo en el que se esté verdaderamente dispuesto a aprender de aquellos que orientan su vida entera, también sus ideas políticas, desde una cosmovisión del mundo que dura ya dos mil años y es compartida por cerca de dos mil millones de seres humanos, hombre y mujeres. Cito a Habermas por ser el filósofo actual, ateo, más relevante del pensamiento de izquierda, aunque sé que estas huestes de okupas no leen ni a los suyos y viven sólo de consignas doctrinarias que les obnubilan el pensamiento racional y les ponen la sangre mala.   
Pero los que quieren ahora resucitar las dos Españas a base de show televisivo, wasapp, títere y teatrillo, o sea, en caricatura, se olvidan de algo fundamental: esta no es ya “la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía”, sino la “España del cincel y de la maza”, la España que trabaja y vive y cree y sueña. 
Amén.