21/1/15

CII.- El zorro lisiado



EL ZORRO LISIADO


Saadi, un maestro sufí cuenta la fábula de un zorro cojo que, como no podía cazar, acechaba a un león que, una vez saciaba su hambre, dejaba siempre parte de su caza abandonada. El zorro se acostumbró a vivir de las sobras del león. 
La moraleja que se desprende de esta parte de la fábula para la gente de nuestra época es si no somos como zorros cojos que se han acostumbrado a vivir de las abundantes sobras que ahora, con la crisis han dejado de ser abundantes. Si le consultáramos al maestro Saadi sobre la moraleja de esta fábula nos diría: No debes comportarte como el zorro lisiado, sino parecerte al león, de manera que no sólo puedas obtener comida por ti mismo sino dejar también algo para los otros. 
Los zorros y los leones, no obstante, son gente cuadrúpeda que anda siempre con la cabeza mirando al frente y al suelo. El hombre debe saber mantener la cabeza erguida por el hecho simple de que se lo exige su propia humanidad. Es decir: tiene que tener voluntad propia y llevarla a cabo. Y no sólo esto, sino hacerlo no de cualquier manera, sino según las exigencias de su propia dignidad, realizándola de forma que él también se realice como persona, allí donde algo mayor de lo que es por naturaleza y circunstancias lo llame a entregarse a una tarea noble. 
Hay otros animales que no miran al frente y van siempre con la cabeza baja: pertenecen a las especies que pastan. Suelen ser estabulados por algunos hombres, confinados para ser explotados. Abundan hoy en todas partes, incluso han desplazado a los zorros lisiados. Viven de subvenciones y subsidios y predican la demagogia, que es la prédica de moda en todas las parroquias, en unas más que en otras. 
Sobre la demagogia hay otro cuento oriental: Un rico ganadero tenía un gran rebaño de ovejas que se mostraban díscolas e imprevisibles y no dejaba de darle vueltas a la cabeza sobre cómo sacarle mayor rendimiento. Lo que hizo fue contratar a un mago. Éste hipnotizó a las ovejas y les hizo creer que eran leones, águilas, lobos y otras especies devoradoras, incluso hombres o magos; y, además, que el amo era un pastor que las quería bien y les daría todo cuanto necesitasen. Las ovejas desde entonces no le ocasionaron más problemas y se dejaban esquilar, ordeñar y degollar serenas y contentas. 

Tú eliges: la cabeza alta o el pasto. Pero ya sabes: la libertad conlleva una carga de responsabilidad y riesgos que no todo el mundo está dispuesto a asumir.